jueves, 21 de enero de 2010

A perro flaco...

... todo son pulgas. Si ya lo dice mi abuela, y cuánta razón tiene, jodé!

He enganchado una gastroenteritis con un catarro y llevo 10 días hecha una piltrafilla. Si a eso le sumamos las jornadas maratonianas en la oficina para cerrar el año (pasado... de ahí las prisas), os podéis imaginar que esta semana habría dado mi brazo derecho por llegar a casa y poder meterme directamente en la cama, con mi libro de Murakami, arropada hasta la nariz, y no tener que hacer nada más.

Pues no, no he tenido esa suerte. Mi día estándar de esta semana ha sido más o menos así:

Llego a casa a las 10 de la noche y me encuentro a Pi, en calzoncillos, repanchingado en el sofá, viendo el capítulo 376 de la temporada 45 de Lost.

Yo: "Ay, niño, estoy que me caigo. Cenamos rápido y te espero en la cama, ¿vale?... ¿qué has preparado?"

Él: "Estoooooo... Pues nada, Churri, te estaba esperando porque no sabía qué te iba a apetecer..." (obviamente, mientras lo dice pone cara de "¿¿habrá colado??". Pues no, cariño, no ha colado)

Yo: "Bueno, va, no te preocupes. Voy a ver qué hay y preparo algo en un momento"

Abro la nevera: Telarañas

Yo: "Puff... pues no hay nada comestible, amor. Hay que bajar a comprar algo..."

Él: "¿Te importa ir tú ? Es que mira cómo estoy (señalando sus calzoncillos) y tú todavía estás vestida..."

Ya, pero es que tú llevas en casa desde las 3 de la tarde viendo capítulos de Lost... ya podías haberle dado al "pause" del DVD para bajar a hacer la compra...

Lo anterior lo pienso, pero como no tengo fuerzas ni para discutir, no se lo digo. Y claro, como soy gilipollas, bajo al chino de la esquina (porque es lo único que está abierto a estas horas) y compro una docena de huevos y un paquete de jamón cocido por los que pago 20 € que me salen del alma. Es lo que tiene vivir en Chueca: encuentras lo que quieras a la hora que quieras, pero lo pagas a precio de oro.

Terminamos de cenar y empiezo a desaparecer por el pasillo para enfilar la cama.

Yo: "Me voy a la camita. Hasta mañana, guapo"

Él: "Hey!! Espera, espera!! Antes de acostarte... ¿te importa bajar a Can (el perro) a la calle para que haga un pis rápido? El pobre no sale desde las 3 de la tarde y mira cómo estoy yo..." (y señala sus calzoncillos, otra vez)

Y yo, que sigo siendo gilipollas y sigo sin tener ganas de discutir, me pongo el abrigo y bajo a Can a hacer pis al árbol más cercano.

Cinco minutos después de conseguir (por fin) meterme en la cama, y cuando ya estoy en el cuarto o quinto sueño, Pi aparece en el dormitorio, se acurruca a mi lado en la cama y me suelta:

Él: "Churri, ¿me das un masaje en la espalda? La tengo destrozada de estar toda la tarde retorcido en el sofá"

En este momento tengo dos opciones: o lo mato, o me descojono. Opto por la segunda, claro. Aunque a veces me saca de quicio, la verdad es que el tío tiene mucha gracia.

Consigo dormirme cuando se me pasa el ataque de risa, mientras él me mira sin entender qué es lo que me hace tanta gracia.

P.D: He de decir que normalmente no me quejo tanto, pero hoy tenía una mala leche, que si no lo cuento, reviento.

2 comentarios:

  1. Pues nena, creo que te puedes quejar, ó yo soy mala malisima ó tú no tenías ni ganas de discutir porque yo no le habría pasado ni la primera....que tienen mucho morro algunos digo yo vamos.
    Me ha gustado tu blog. Seguiré por aquí.

    ResponderEliminar
  2. Sí, éste tiene un morro que se lo pisa. Y yo soy una blanda, qué le vamos a hacer... :-)
    Me alegro de que te guste el blog. A mí también me gusta el tuyo ;-)

    ResponderEliminar