lunes, 20 de diciembre de 2010

El Gordo




Jamás juego a la lotería, ni en Navidad, ni en ninguna otra época del año. Nunca en mi vida he comprado un décimo... ni siquiera una participación.



Supongo que no soy la única, pero entonces... ¿por qué todo el mundo me mira como si fuera un bicho raro cuando cuento esto?



Lo de la lotería me parece tirar el dinero. Y seguramente habrá quien diga que soy un poco (bastante) rata, pero es que me da mucho cargo de conciencia, qué le voy a hacer. Con los años, esta manía se ha convertido en una cuestión de principios y cada vez llevo peor que me intenten colar la puñetera lotería de mil y una maneras distintas. Si te digo que no compro, es que no voy a jugar ni el número "oficial" de la empresa, ni las participaciones a beneficio de la cofradía de la virgen de la pata arrastras, ni las papeletas para el viaje de fin de curso de tu niño. De verdad, no insistas.



Mucha gente me hace todos los años la pregunta del millón: ¿Y si toca y nos forramos todos menos tú? Pues me alegraría en el alma por los afortunados y me emborracharía como la que más para celebrarlo, aunque yo fuera la única pringada de la fiesta que tuviera que volver a madrugar el día 23.



Dicho esto, os deseo a todos mucha suerte el miércoles... Y si os toca, avisadme, que si hay cava gratis, ¡yo voy!

jueves, 14 de octubre de 2010

Proyecto LOST


Inspirada por el grandísimo Alberto Rey la semana pasada empecé mi Proyecto LOST particular. El objetivo es acabar las seis temporadas de la serie antes de que acabe el año... y a ser posible, sin sufrir daños cerebrales.

He de confesar que no es la primera vez que lo intento con esta serie. La primera vez no conseguí llegar al capítulo 5, no me enteraba de nada y me aburrí en seguida. Pero esta vez es diferente porque el Niño me está acompañando: me patea el bazo para despertarme cuando me quedo frita en el sofá, me deja darle al stop y rebobinar cuando necesito ver la repetición de la jugada (lo cual ocurre una media de 6 veces por capítulo) y... atención a esto... agarra un boli y un papel y me hace un mapa cuando ni rebobinando consigo enterarme.

Hasta ahora hemos visto 15 episodios de la primera temporada y entre flashbacks y flasforwards tengo ya un follón considerable. En cada capítulo se abren incógnitas nuevas y no se cierra ninguna de las anteriores, y yo no sé si aguantaré hasta la sexta temporada para descubrir qué leches pinta un oso polar en la selva tropical, pero bueno, de momento la serie me sigue entreteniendo, que es de lo que se trata.

Así que este fin de semana, segundo atracón de LOST. Os iré contando cómo avanza el Proyecto.

martes, 5 de octubre de 2010

Sueños

Esta noche he soñado con J.

He venido pensando en él durante todo el camino de casa al trabajo y cuando al llegar a la oficina he encendido el ordenador, he visto que tenía un mensaje suyo en la bandeja de entrada. Hacía meses que no daba señales de vida y precisamente hoy, ha aparecido para escribirme esto:

"Hoy es el peor día de mi vida".

Ni siquiera le he contestado. Quizá si no tuviera esta resaca que tengo habría vencido la pereza infinita que me da volverme a enfrascar con él en una conversación sobre lo infeliz que es, pero me va a estallar la cabeza y no encuentro la fuerza para hacerlo.

Hoy no tengo ganas de escucharle lamentarse porque su mujer le pone los cuernos, no quiero tener que morderme la lengua para no recordarle que él casi se pierde el nacimiento de su hijo porque estaba follando conmigo cuando ella se puso de parto, no quiero que me diga que me echa de menos, ni quiero volver a repetirle que yo no le echo de menos a él, ni siquiera un poquito.

Lo siento, J, pero es que hoy tengo un mal día.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Jose

Jose. Así le gustaba que la llamaran. Sin la tilde y con el acento en la o. Y sin el María delante, que ella siempre fue muy moderna y creía que llevar nombre de chico le daba un puntito transgresor que le encantaba.

Yo era su Gorda... o su Gordi, si estaba a punto de pedirme un favor. Yo no habría dejado a nadie más llamarme así, pero claro, ella era mi "ojito derecho", como dice mi madre, y a ella se lo permitía todo.

Siempre admiré de ella su generosidad, su capacidad para perdonar y sus inmensas ganas de vivir, a pesar de que la vida le dio muchos, muchísimos palos. El último, el que no pudo superar, fue un puto cáncer que se la llevó 56 años y dejando un montón de sueños por cumplir.

Ella me enseñó a ir sin máscara y con la cabeza bien alta por la vida, a no dar ninguna importancia al qué dirán y a confiar en la gente sin reservas.

Ya al final, pasé muchas noches en el hospital dándole conversación cuando no quería quedarse dormida por miedo a no despertarse. Hacía mucho tiempo que no pasábamos tanto tiempo juntas y, a pesar de las circunstancias, las dos disfrutamos mucho de esos ratitos a solas.

Te quiero mucho, Jose. Muchísimo. Y ahora mismo te echo tanto de menos que me cuesta creer que algún día esto vaya a dejar de doler.

martes, 16 de marzo de 2010

Como Willy Fogg

Acabo de aterrizar en Madrid después de tres semanas dando vueltas por el mundo por motivos de trabajo. En 20 días he estado en Venezuela, Hungría, Eslovaquia y Turquía, pasando un día y medio por casa entre un viaje y el siguiente para deshacer y volver a hacer la maleta.

Me gustan los viajes de trabajo. Normalmente las agendas están ajustadas al milímetro y no me da tiempo a hacer turismo, pero aún así, intento escaparme a dar una vuelta por la ciudad donde esté, aunque sea en taxi y a las tantas de la noche. Y además, agradezco poder salir de las cuatro paredes de mi despacho de vez en cuando.

De lo poco que he podido ver en estos días, me quedo con la Ciudad Vieja de Bratislava y con las vistas del Danubio de Budapest. Me encantan las ciudades con río en las que se vive el río, y el Danubio me ha parecido impresionante.

En Ankara no hay demasiado que ver, y en Caracas me he dedicado fundamentalmente al turismo gastronómico porque me han acojonado tanto con el tema de se seguridad, que no me he atrevido a salir del hotel.

Otra cosa que me encanta de los viajes son los hoteles. Meterme en la cama con las sábanas recién planchadas, las bañeras enormes, los buffets del desayuno... Disfruto como una enana.

Aunque estas tres semanas se me han pasado volando (casi en el sentido literal), la verdad es que ya tenía ganas de volver a casa y acurrucarme con el niño en el sofá... para ver los capítulos de la nueva temporada de House, que estrenaban hoy!

jueves, 18 de febrero de 2010

Treintaytantos

Hace tiempo leí una entrevista a Leonor Watling (creo) en la que comparaba la entrada en la treintena con esa hora extraña, al amanecer, en la que por la calle te vas cruzando tanto con gente que vuelve a casa después de toda la noche de fiesta, como con los que, trajeados y encorbatados, salen de casa para ir a trabajar.

Yo tengo 33 años y observando a mis amigos, me doy cuenta de lo buena que es la comparación. Los hay de todos los colores: desde los que siguen viviendo como cuando teníamos 20 años, en la casa de sus padres, intentando eludir cualquier tipo de responsabilidad y saliendo de fiesta noche tras noche con dos objetivos muy simples: 1 - pillar; 2 - emborracharse (no necesariamente en ese orden), hasta los que están embarazados de su tercer churumbel, se han hecho socios de un club de golf y se ofenden cuando los camareros en los restaurantes no les tratan de usted.

Y entre un extremo y otro, estoy yo. Justo en el medio.

Yo tengo pareja estable y vivimos juntos, pero no tengo en mente procrear por el momento, en mi cajón de los cubiertos no hay palas de pescado ni pinzas para marisco, tengo un puesto de responsabilidad en una multinacional, viajo siempre con amigas (sin mi pareja) y vamos con el macuto al hombro a albergues de mochileros, no me gusta que me traten de usted, vivo de alquiler, pero ahorro todos los meses la mitad de mi sueldo para poder comprar mi propio piso antes de los 35, y sí, de vez en cuando también salgo de fiesta y me pongo hasta las cejas de "dycochocolas".
Lo malo es que acompañándome en la "mediocridad" cada vez quedan menos y empiezo a sentirme un bicho raro, sin demasiado en común con la gente que me rodea.
Quizás ha llegado el momento de dar un paso más hacia la edad adulta... pero cada vez que lo pienso me da una pereza terrible.
¿Será que el truco es no pensarlo demasiado?