viernes, 29 de enero de 2010

La tristeza

Me considero una persona afortunada porque en mis 33 años de vida, creo que he sido bastante feliz.

He vivido momentos malos, como todo el mundo, pero aparte de una ruptura sentimental bastante dolorosa, no ha habido grandes dramas.

Quizás por eso, porque no estoy acostumbrada a estar triste, se me hace tan difícil manejar la tristeza. No puedo estar triste... No sé estar triste.

Cuando algo me pone triste, consciente o inconscientemente, no lo tengo muy claro, convierto la tristeza en cabreo porque el enfado es un sentimiento que me resulta muchísimo más fácil de manejar.

Hoy estoy muy cabreada porque a una persona a la que quiero muchísimo le han diagnosticado un cáncer de pulmón terminal. Cuando me lo ha contado, me he pegado un hartón de llorar, pero ahora estoy muy, muy enfadada con ella por haberse pasado 30 años de su vida fumando dos cajetillas de Ducados diarias, por no haberse hecho revisiones médicas aún sabiendo que tenía todas las papeletas (por antecedentes familiares) para acabar así, por no haberse parado a pensar cómo nos quedaríamos los que la queremos si a ella el pasara algo...

Sé que esto es totalmente irracional y que seguramente vais a pensar que estoy loca por cabrearme con alguien que se está muriendo por estarse muriendo, pero así es como me siento.

domingo, 24 de enero de 2010

Jeff

Me encanta esta canción.

Y me encanta Jeff Buckley.



viernes, 22 de enero de 2010

Pródigos y contables


En uno de los últimos libros de Lorenzo Silva ,"El blog del Inquisidor", uno de los personajes expone una curiosa teoría sobre cómo los seres humanos se pueden clasificar en dos tipos: Los contables y los pródigos.


En palabras del propio Inquisidor (y a partir de aquí cito literalmente el libro):


Los contables son esas personas que siempre llevan la cuenta de todo, tanto en sus actos como en los de los demás. Para ellos todo tiene su contrapartida, y sin ella, carece de sentido. Les gusta que cada peso tenga su contrapeso. Que todo cuadre.


No pienses que se trata de una etiqueta peyorativa. Los contables son personas con rasgos admirables y capaces de cosas admirables también. Tienen sentido de la justicia, del orden, del equilibrio. Suelen ser fiables, coherentes, eficaces, y esforzarse siempre por corresponder con el bien a los bienes que reciben. No dejarán nunca de pagar una deuda, y no se les olvidará nunca lo que te prometieron. Son atentos, detallistas. Tienen capacidad de anticipación, sentido de la estrategia. Por eso saben organizarse y sirven como nadie para organizar a los demás.


La cruz, como la cara, depende de la persona. Pueden ser intransigentes. Pueden ser también avaros, o codiciosos. Y tienen una cierta propensión al resentimiento. Ellos suelen cumplir lo que se espera de ellos, pero no es difícil que otros no cumplan lo que ellos esperan. Y su sentido de la contrapartida entra aquí en juego de forma implacable.


Los pródigos son aquellos que, al revés que los contables, se despreocupan de llevar la cuenta de lo que hacen y de lo que les hacen. No es una decisión, simplemente carecen de esa capacidad. Son malos para calcular, para equilibrar, para corresponder. No es que las cosas no les cuadren, es que se empeñan en descuadrarlas, una y otra vez.


Los pródigos pueden ser brillantes, ocurrentes, creativos. También tienden a ser generosos, apasionados, cálidos. Si les pides un pan no se pararán a contar cuántos otros panes les quedan en la despensa. Nunca miden el afecto, la amistad o la compasión. Y nunca se limitarán a cumplir el plan establecido o a seguir la vía marcada. Siempre mirarán hacia los lados. Y lo que allí encuentran no suelen verlo los contables.


Pero no llevar la cuenta también juega malas pasadas. Por falta de celo, por descuido, pueden llegar a ser muy desconsiderados. No es difícil que se distraigan, ni tampoco que dejen de prever lo que deberían haber previsto, exponiéndose y exponiendo a otros a consecuencias desagradables que habrían podido evitar con un poco más de cuidado. Pueden arruinarse con facilidad, por sus pocas dotes para administrarse. Y no pocos de ellos se comportan de forma incomprensible y temeraria


Yo creo que las personas no somos una sola cosa, sino que todos somos pródigo y contable, aunque en distinta proporción. Al final es una cuestión de prioridades, supongo: hay quien le da mucha importancia a cosas que a otros no les parecen importantes, quienes miden lo que otros no miden y quienes se sienten agraviados por cosas que a otros no les agravian.
Siendo honesta, yo he de reconocer que tiendo más a ser contable... una contable un tanto especial porque mido y calculo casi todo e intento pagar lo que debo, aunque la mayor parte de las veces no reclamo que se salde la deuda cuando ésta es a mi favor.
Menos mal que no me dedico a la contabilidad para ganarme las habichuelas, porque me moriría de hambre...

jueves, 21 de enero de 2010

A perro flaco...

... todo son pulgas. Si ya lo dice mi abuela, y cuánta razón tiene, jodé!

He enganchado una gastroenteritis con un catarro y llevo 10 días hecha una piltrafilla. Si a eso le sumamos las jornadas maratonianas en la oficina para cerrar el año (pasado... de ahí las prisas), os podéis imaginar que esta semana habría dado mi brazo derecho por llegar a casa y poder meterme directamente en la cama, con mi libro de Murakami, arropada hasta la nariz, y no tener que hacer nada más.

Pues no, no he tenido esa suerte. Mi día estándar de esta semana ha sido más o menos así:

Llego a casa a las 10 de la noche y me encuentro a Pi, en calzoncillos, repanchingado en el sofá, viendo el capítulo 376 de la temporada 45 de Lost.

Yo: "Ay, niño, estoy que me caigo. Cenamos rápido y te espero en la cama, ¿vale?... ¿qué has preparado?"

Él: "Estoooooo... Pues nada, Churri, te estaba esperando porque no sabía qué te iba a apetecer..." (obviamente, mientras lo dice pone cara de "¿¿habrá colado??". Pues no, cariño, no ha colado)

Yo: "Bueno, va, no te preocupes. Voy a ver qué hay y preparo algo en un momento"

Abro la nevera: Telarañas

Yo: "Puff... pues no hay nada comestible, amor. Hay que bajar a comprar algo..."

Él: "¿Te importa ir tú ? Es que mira cómo estoy (señalando sus calzoncillos) y tú todavía estás vestida..."

Ya, pero es que tú llevas en casa desde las 3 de la tarde viendo capítulos de Lost... ya podías haberle dado al "pause" del DVD para bajar a hacer la compra...

Lo anterior lo pienso, pero como no tengo fuerzas ni para discutir, no se lo digo. Y claro, como soy gilipollas, bajo al chino de la esquina (porque es lo único que está abierto a estas horas) y compro una docena de huevos y un paquete de jamón cocido por los que pago 20 € que me salen del alma. Es lo que tiene vivir en Chueca: encuentras lo que quieras a la hora que quieras, pero lo pagas a precio de oro.

Terminamos de cenar y empiezo a desaparecer por el pasillo para enfilar la cama.

Yo: "Me voy a la camita. Hasta mañana, guapo"

Él: "Hey!! Espera, espera!! Antes de acostarte... ¿te importa bajar a Can (el perro) a la calle para que haga un pis rápido? El pobre no sale desde las 3 de la tarde y mira cómo estoy yo..." (y señala sus calzoncillos, otra vez)

Y yo, que sigo siendo gilipollas y sigo sin tener ganas de discutir, me pongo el abrigo y bajo a Can a hacer pis al árbol más cercano.

Cinco minutos después de conseguir (por fin) meterme en la cama, y cuando ya estoy en el cuarto o quinto sueño, Pi aparece en el dormitorio, se acurruca a mi lado en la cama y me suelta:

Él: "Churri, ¿me das un masaje en la espalda? La tengo destrozada de estar toda la tarde retorcido en el sofá"

En este momento tengo dos opciones: o lo mato, o me descojono. Opto por la segunda, claro. Aunque a veces me saca de quicio, la verdad es que el tío tiene mucha gracia.

Consigo dormirme cuando se me pasa el ataque de risa, mientras él me mira sin entender qué es lo que me hace tanta gracia.

P.D: He de decir que normalmente no me quejo tanto, pero hoy tenía una mala leche, que si no lo cuento, reviento.

lunes, 18 de enero de 2010

ESTRENANDO BLOG


Hoy estreno blog. Y además de estrenar blog, estreno la determinación de mantenerlo actualizado y de no abandonarlo a las primeras de cambio.

Esto lo digo porque éste no es mi primer blog... ni tampoco el segundo. En los últimos años, he pasado por momentos en los que he sentido la imperiosa necesidad de escribir para desahogarme. Pero tras la tempestad llegaba de nuevo la calma, y con ella el abandono de la "terapia" que significaba el blog para mí.

Esta vez es diferente porque hoy no hay ninguna tormenta en mi alma. Estoy feliz y tranquila y, por primera vez en mucho tiempo, me siento contenta con mi vida. Así que he pensado que sería buena idea escribir... digamos que desde otra perspectiva. Y aquí estoy. Escribiendo simplemente por el placer de hacerlo, sin esperar que estas líneas sirvan para nada más que para entretener a quien las lea.

Y así es como comienza este blog que, en un alarde de imaginación he decidido titular "Cajón de sastre", porque aquí cabrá de todo... o al menos eso espero.