viernes, 22 de enero de 2010

Pródigos y contables


En uno de los últimos libros de Lorenzo Silva ,"El blog del Inquisidor", uno de los personajes expone una curiosa teoría sobre cómo los seres humanos se pueden clasificar en dos tipos: Los contables y los pródigos.


En palabras del propio Inquisidor (y a partir de aquí cito literalmente el libro):


Los contables son esas personas que siempre llevan la cuenta de todo, tanto en sus actos como en los de los demás. Para ellos todo tiene su contrapartida, y sin ella, carece de sentido. Les gusta que cada peso tenga su contrapeso. Que todo cuadre.


No pienses que se trata de una etiqueta peyorativa. Los contables son personas con rasgos admirables y capaces de cosas admirables también. Tienen sentido de la justicia, del orden, del equilibrio. Suelen ser fiables, coherentes, eficaces, y esforzarse siempre por corresponder con el bien a los bienes que reciben. No dejarán nunca de pagar una deuda, y no se les olvidará nunca lo que te prometieron. Son atentos, detallistas. Tienen capacidad de anticipación, sentido de la estrategia. Por eso saben organizarse y sirven como nadie para organizar a los demás.


La cruz, como la cara, depende de la persona. Pueden ser intransigentes. Pueden ser también avaros, o codiciosos. Y tienen una cierta propensión al resentimiento. Ellos suelen cumplir lo que se espera de ellos, pero no es difícil que otros no cumplan lo que ellos esperan. Y su sentido de la contrapartida entra aquí en juego de forma implacable.


Los pródigos son aquellos que, al revés que los contables, se despreocupan de llevar la cuenta de lo que hacen y de lo que les hacen. No es una decisión, simplemente carecen de esa capacidad. Son malos para calcular, para equilibrar, para corresponder. No es que las cosas no les cuadren, es que se empeñan en descuadrarlas, una y otra vez.


Los pródigos pueden ser brillantes, ocurrentes, creativos. También tienden a ser generosos, apasionados, cálidos. Si les pides un pan no se pararán a contar cuántos otros panes les quedan en la despensa. Nunca miden el afecto, la amistad o la compasión. Y nunca se limitarán a cumplir el plan establecido o a seguir la vía marcada. Siempre mirarán hacia los lados. Y lo que allí encuentran no suelen verlo los contables.


Pero no llevar la cuenta también juega malas pasadas. Por falta de celo, por descuido, pueden llegar a ser muy desconsiderados. No es difícil que se distraigan, ni tampoco que dejen de prever lo que deberían haber previsto, exponiéndose y exponiendo a otros a consecuencias desagradables que habrían podido evitar con un poco más de cuidado. Pueden arruinarse con facilidad, por sus pocas dotes para administrarse. Y no pocos de ellos se comportan de forma incomprensible y temeraria


Yo creo que las personas no somos una sola cosa, sino que todos somos pródigo y contable, aunque en distinta proporción. Al final es una cuestión de prioridades, supongo: hay quien le da mucha importancia a cosas que a otros no les parecen importantes, quienes miden lo que otros no miden y quienes se sienten agraviados por cosas que a otros no les agravian.
Siendo honesta, yo he de reconocer que tiendo más a ser contable... una contable un tanto especial porque mido y calculo casi todo e intento pagar lo que debo, aunque la mayor parte de las veces no reclamo que se salde la deuda cuando ésta es a mi favor.
Menos mal que no me dedico a la contabilidad para ganarme las habichuelas, porque me moriría de hambre...

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