lunes, 13 de septiembre de 2010

Jose

Jose. Así le gustaba que la llamaran. Sin la tilde y con el acento en la o. Y sin el María delante, que ella siempre fue muy moderna y creía que llevar nombre de chico le daba un puntito transgresor que le encantaba.

Yo era su Gorda... o su Gordi, si estaba a punto de pedirme un favor. Yo no habría dejado a nadie más llamarme así, pero claro, ella era mi "ojito derecho", como dice mi madre, y a ella se lo permitía todo.

Siempre admiré de ella su generosidad, su capacidad para perdonar y sus inmensas ganas de vivir, a pesar de que la vida le dio muchos, muchísimos palos. El último, el que no pudo superar, fue un puto cáncer que se la llevó 56 años y dejando un montón de sueños por cumplir.

Ella me enseñó a ir sin máscara y con la cabeza bien alta por la vida, a no dar ninguna importancia al qué dirán y a confiar en la gente sin reservas.

Ya al final, pasé muchas noches en el hospital dándole conversación cuando no quería quedarse dormida por miedo a no despertarse. Hacía mucho tiempo que no pasábamos tanto tiempo juntas y, a pesar de las circunstancias, las dos disfrutamos mucho de esos ratitos a solas.

Te quiero mucho, Jose. Muchísimo. Y ahora mismo te echo tanto de menos que me cuesta creer que algún día esto vaya a dejar de doler.