
Yo tengo 33 años y observando a mis amigos, me doy cuenta de lo buena que es la comparación. Los hay de todos los colores: desde los que siguen viviendo como cuando teníamos 20 años, en la casa de sus padres, intentando eludir cualquier tipo de responsabilidad y saliendo de fiesta noche tras noche con dos objetivos muy simples: 1 - pillar; 2 - emborracharse (no necesariamente en ese orden), hasta los que están embarazados de su tercer churumbel, se han hecho socios de un club de golf y se ofenden cuando los camareros en los restaurantes no les tratan de usted.
Y entre un extremo y otro, estoy yo. Justo en el medio.
Yo tengo pareja estable y vivimos juntos, pero no tengo en mente procrear por el momento, en mi cajón de los cubiertos no hay palas de pescado ni pinzas para marisco, tengo un puesto de responsabilidad en una multinacional, viajo siempre con amigas (sin mi pareja) y vamos con el macuto al hombro a albergues de mochileros, no me gusta que me traten de usted, vivo de alquiler, pero ahorro todos los meses la mitad de mi sueldo para poder comprar mi propio piso antes de los 35, y sí, de vez en cuando también salgo de fiesta y me pongo hasta las cejas de "dycochocolas".
Lo malo es que acompañándome en la "mediocridad" cada vez quedan menos y empiezo a sentirme un bicho raro, sin demasiado en común con la gente que me rodea.
Quizás ha llegado el momento de dar un paso más hacia la edad adulta... pero cada vez que lo pienso me da una pereza terrible.
¿Será que el truco es no pensarlo demasiado?